
La esperanza de vencer la epidemia se desvanecía…(Cont.4)
Apenas había terminado mi relato, cuando una voz bronca y algo profunda inquiría a Amelie a poner fin al encuentro, aquel primer acercamiento formal a la familia de Amelie…
-“! Que ya va siendo hora !”- no dudé que Amelie se sentía incómoda, y con una cariñosa despedida nuestro brazos se desprendieron delicadamente, como si su languidez presupusiera que sólo permanecería unas horas…
Era una de aquellas noches limitadas en número en la vida de cada uno de nosotros; aquella que, por primera vez íbamos a abrazar nuestras ilusiones al ritmo pachanguero de la orquesta de Campanario dirigida por Fidel el hermano de la Felícita y su marido Flor de Té -un virtuoso con el acordeón, que Andrés de Tomás había contratado sin ajustar los precios- no sin antes habernos apresurados a terminar la cena colación, de sacrificio, frugal, de ensalada de lechuga, guiso dulce de castañas y carne de membrillo, que aliviara el hálito de los estómagos huecos, en honor a Jesús, hecho Dios que se hizo de carne humana para poder comunicar su entidad sobrenatural entre los hombres. Ensalada de lechuga, y bacalao frito, con dulce membrillo de postre, alrededor del quinquel, que siempre había que tenerlo a mano, pues los apagones con las bocanadas del aire de diciembre se sucedían uno tras otro, como las avemarías de un rosario, en buena harmonía familiar, esperando escuchar las doce campanadas desde el carillón de la Puerta del Sol, radiada por Matías Prat en aquella ocasión…
No era costumbre en aquellas navidades, de aquellos final de año de aquellos lejanos diciembres, las cenas en familia, que tanto Amelie como sus amigas, y sobretodo yo mismo, deseábamos dar por terminada la cena de fin de año cuanto antes, cuando la ilusión de podernos abrazar de nuevo en la sala de baile de los altos del casino de Andrés, embargaba todos los entresijos de nuestro pensamiento…
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