
El primer día en el Internado. La excursión.(Cont.) IX
***(IX)
Un cura gordinflón y rechoncho te acogió en su regazo, como si quisiera enjugar tus lágrimas aquella noche de luna de octubre, que se ocultaba entre una penumbra de niebla blanca.
-“ ya tienes a tu primer amigo” -susurrò a tus tiernos oídos el Hermano Fortuny, que sería tu primer profesor con faldas, y de nombre raro.
-“se llama Eduardo, y es de Puebla del Maestre”- le confié al padre Fortuny, intentando demostrarle una cierta confidencia cordial como deferencia por su abrazo de acogida desinteresada.
Aunque Eduardo cojeaba de la pierna derecha ostensiblemente, era un niño afable y comunicativo, de tal suerte que aplicando sus pulgares sobre cada uno de tus ojos, procedió a hipnotizarte profiriendo un sortilégico rezo.
-“ …tú quieres, pero la voluntad te impide que digas tu nombre…pero no puedes, no podrás…”-repetía una y otra vez, delante del padre Fortuny, y el Lolo, tú primo, que apareció de pronto entre una caterva de colegiales agrupados sobre uno de los polletes que se alineaban a lo largo del camino entre dos filas de acacias y cinamomos, alineados a ambos lados del sendero entre la puerta de la capilla y el final de los campos de cultivo y las instalaciones de juegos de tierra…
( Continuará)