
La verbena de Piti. El plan de Juananto (I)
-Viste a José cómo le metía mano a la Pepa, por debajo de la falda, y ella se ponía como un tomate.?
-Te las sacas del polvo, Pecas!
-Te lo juro, que me muera, si no es verdad, Manolo!
-Tienes que creer a mi primo, Monazillo, que está preparándose para la Primera Comunión, y es pecado echar trolas!
-Pregúntaselo a la Ventura o a mi prima María Jesús, que cuchicheaban, y la madre de la Pepa no le quitaba el ojo.
No estaban equivocados los tres amigos, pues la madre de la Pepa y las amigas no hacían más que hablar por lo bajini; y seguro que la madre de la Pepa se meaba de gusto, pues José era un buen partido. Estaba estudiando Medicina en Sevilla, y va a poder casarse muy pronto, y ponerse el traje blanco de alpaca con el sombrero Canotière, como don Hermógenes, que pasa muy derecho, y fumando puros cuando pasa por casa con dirección a las visitas, y nunca se tropieza con los guijarros de la calle a pesar de andar mirando siempre para arriba. Y las mujeres, que limpian las puertas con el escobón, le saludan muy solícitas -hola, don Hermógenes, buenos días, don Hermógenes. Y el médico más chulo que un ocho les responde con mucha galantería; – mira que estás hermosa esta mañana, Eduvigis – a pesar de que las malas lenguas dicen que se está trajinando a la criada, don Hermógenes es un médico respetuoso, y respetable en el pueblo.
Le oí decir a Agustina, cariñosamente La Comedianta, una vecina de mi calle, que la gente es muy maliciosa, y critican siempre para dar pábulo a la envidia que tienen; aunque es verdad que a muchas se le van los ojos detrás del médico, y lo llaman siempre aunque no estén malas. El traje blanco, y el elegante sombrero de tipo Canotier, que realzaba su cabeza, y el bastón de castaño, al que le daba vueltas como un molinillo, las enloquece…
( Continuará I )