
El K@sera de Guareña ( 1º Parte )
Juanfran ha escogido el mar y ha escapado de la meseta, como si hubiera adivinado las flamígeas temperaturas que iban a irisar el horizonte inmediato. Un anuncio manuscrito sobre un cartón marrón atendía a los habituales.
No hay churros hasta el día 3.
Asumo que al vecindario, al que iba dirigido el mensaje iría a obviar la sintaxis y la prosodia, de lo que el autor tampoco era consciente; una semántica, clara y escueta bastaría. Sin embargo, me sorprende la presencia de un guarismo en un jarrón de letras, cuya elipsis, sin determinantes que lo configure, presupone una elevada intuición del conceptismo entre los veceros. Se trata, por otro lado, de un comunicado sin adornos, que, tampoco, confiere un entre velado matiz de cortesía con la clientela; tampoco hace alardes de disculpas, como si diera por sentado que al cliente se le sometía a aceptar una imposición autoritaria, independientemente de las objeciones que se pudieran presentar. No hay churros ni los habrá. Pero, eso sí: no os preocupéis que el 3 terminará la dieta churresca: una advertencia a la propia faltriquera; a partir del 3, aquí estoy a vuestro servicio y a mi conveniencia.
Juanfran ha abandonado la caldera del aceite y la jeringa y los palos de enroscar las suculentas torcías de masa de trigo por un corto descanso a orillas del mar Mediterraneo o de la costa atlántica, que asume como un merecido esparcimiento a costa de la habitual rutina, solamente sazonada con la presencia de escopeteros que beben café y orujo, y fuman habanos en las madrugadas de otoño, cuando el Pilar les levanta la prohibición de cazar.
Me encamino con cierto desconcierto hacia el K@sera, churrería de la competencia, en una mañana de somnolienta calina entre velada por un tul de tuareg sahariano, que impedía contemplar la habitual cerúlea bóveda cósmica y mañanera; y en los rostros de los pocos transeúntes se percibía el desasosiego habitual y la resignación implacable, impuesta por la climatología en estas circunstancias.