
La verbena de Piti- y llegó la feria VIII (Cont.)
-tú no hables, que José bien te acariciaba el porompmpero cuando bailabas el chotis con él; y por eso las tenías mojadas esta noche.
-¿ oye, y con la humedad no se destiñen los colores? Entonces lo que fisgamos en realidad no vimos, y si no lo vimos, ellos tampoco lo vieron. Por tanto le tenemos que devolver la peseta al Verriondo, que fue el muchacho que más pagó.
-No es justo, pero el dio una peseta para que el Monazillo no le viera el color de las bragas a su novia.
-Pero…¡ anda allá, que el Verriondo no tiene novia. Se las trajina una a una -dice la gente.
La conversación se prolongó hasta que los músicos pararon de tocar, a eso de las tres, que, suponían sería el fin del baile, contando que a las mozas no se les permitía continuar más allá del límite establecido por la banda de músicos, y como siempre sonaron los acordes de un pachangueo…( continuará)