
Aunque la esperanza de vencer a la peste no se desvanecía…(Continuación)
Todavía en mi interior resonaban los acordes que el maestro Rodrigo armonizaba magistralmente en su creación sobre los Jardines de Aranjuez, que tantas veces había tarareado en su picú, la encantadora Granadilla el verano anterior las veladas a orillas del pantano de San Juan en Ávila.
Apretaba las dos mejillas de Amelie mientras tarareaba en su oído…
”Mon amour, sur l’eau des fontaines, mon amour, ou le vent les amènent mon amour, le soir tombé, qu’on voit flotté, des pétales de roses…“
al tiempo que la aroma del cuerpo de Granadilla se desprendía por el traje de punto enterizo de color rojo a un palmo de sus torneadas rodillas, que ella misma había conseguido confeccionar durante las largas tardes del pasado invierno.
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