
¿ qué nos falta ya ? -preguntó un niño al doctor Brieux.
La prefectura, después de constatar que los muertos iban aumentando exponencialmente, y el dr.Richard había adelantado que los sueros (vacunas) estaban de camino, aunque no habría suficientes dosis para cubrir las necesidades de toda la población, arbitró que se colgaran anuncios por las calles pormenorizando las medidas que la Prefectura había tomado:
Que se desinfectaran las alcantarillas con gas tóxico; que se hiciera lo mismo con el transporte y los domicilios de los enfermos; que a los contagiados se les aislara en salas especiales de los hospitales, y a las familias se les mantuvieran en cuarentena; que se cuidara de los alimentos relacionados con el agua; que se mantuvieran a la gente lejos de los funerales…
Que si la epidemia no remitía por sí misma, nada se podría hacer
-doctor, si se trata de La peste, qué falta más?- preguntó un niño moreno de pelo rizado, que jugaba con un grupo de niños en la calle.
-sorprendido por la enjundia de la pregunta, Cottard, el suicida que acompañaba al doctor Brieux replicó:
-¡ Un terremoto¡
Juliana, María Deliciosa, Consolación, Manoli e incluso Amelie pusieron cara de asombro por la respuesta de Cottard al niño negro, sin poder constatar que, pese a la contundencia de un terremoto, termina en segundos con los ciudadanos y sus enseres, pero de la epidemia se desconoce el tiempo que puede permanecer…
(continuará)