
Alunizaje desde Malpartida. Dos días después.
Era una de esas tardes que ni siquiera se movía una brizna de marea para aventar las parvas en las eras.
Estaban todavía tan calientes, desde la puesta de sol, la balaustrada de piedra de granito alrededor de la laguna que las mozas se alzaban las faldas vaporosas de verano con el pretexto de aliviarse el sopor de las tardes de Julio, enseñando sin recato sus pretenciosos muslos, que a los jóvenes apostados al lado, inquietos, les obligaba a remover los glúteos en irrefrenable sensación de nerviosismo, aproximándose a la vecina hasta donde un guantazo en defensa de su decencia les permitía.
Las mozas habían iniciado un batiburrillo de insolente acometida sobre la llegada del primer hombre a la luna, insistiendo con descarada sorna una de las Melli, que, a ella no le importaría acompañar al Chuco a vadear la laguna hasta el poste que indicaba la profundidad de la charca en el centro de la laguna con tal de confirmar la pretendida imponente talla del miembro del Chuco, que, según algún testigo, le colgaba incluso flácido hasta la rodilla, cuyo comentario redundaba en un desenfrenado alborozo entre las mozas que estaban a la espera de contraer algún compromiso serio con algún paparuco o forastero; mientras que alguna otra se hacía ilusiones de conquistar algún piloto que le llevara a la luna en viaje de novio…( Continuarà)