
Al otro lado del tiempo: (IV-C) Continuación
***(IV-C)
-“¿ qué conseguiste quitarle a tu madre de la alacena, Pecas?”
-” un puñao de almendras, un trozo de morcilla y dos gañotes”-se empavonó el Pecas muy engreído mientras bufaba de orgullo.
-“¿y tú de qué te ríes, si no tienes ni para la merendilla? -acusó El Lolo al Monacillo, que, le sisaba a Aristofano el cepillo para que su madre pudiera comprar las sardinas de las migas al Hilario,- que muchas veces se las dejaba a deber hasta la misa del domingo,- el cual se desgañitaba anunciado las sardinas de esquina en esquina:
-“María, aprovecha que las ha traído muy frescas para las migas la camioneta de Nicasio de los Güevos esta mañana del tren, y son baratas a una peseta el kilo.”
Los tres estaban aturdidos y taciturnos por la fechoría llevada a cabo sin dar razón a los padres, aunque con seguridad no se preocuparían en exceso, pues el Lolo había anticipado a Yayo, su hermano pequeño, que íbamos a correr una aventura en la Viña Romero, y había estado presente en el momento que Lolo sacó la llave de hierro que su padre escondía en el cajón de La Cocina; lo que nos llegó a concluir que en el peor de los casos soltaría el conejo de la chistera, y todo el mundo se enteraría de nuestra trastá -especialmente interesado en que se conociera la tropelía era al Pecas, pues a buen seguro la prima de Mari Cloe, la catequista, se sentiría muy contenta que su novio fuera tan valiente cuando oyera la gesta.
-“bajamos por la pared y nos bañamos en el arroyo para que los granos de las pulgas y de las ortigas se quiten”- nos conminó al Lolo y al Pecas.
-¡”tú, primi”, que eres mayor” ! dijo el Lolo al Monacillo en tono conminativo e impositivo.
-” y además, te limpias la mierda de los bordes de las culeras, que güele a perros muertos” – le puntualizó el Pecas a modo de observación pertinente para que no lo tomara mal.
-” ¡mira, hay ya renacuajos en el agua; qué bien nadan los bichos¡” -vociferó el Monaguillo… (Continuará)