
Día del Retiro espiritual en el Internado (IV)
-Padre, no me ha dado tiempo, replicaba a modo de disculpa el perezoso chico de mirada asustadiza.
-Por esta vez, que pase. Pero la próxima te despertaré a las 7.00 en lugar de a las 7.30 como a los demás.
Los acordes del piano del padre Álvez desde el coro de la iglesia que se levantaba en la parte posterior del recinto sagrado, nos abría las puertas de la capilla, celestialmente entonando la lírica del himno al Santo Fundador de la Congregación Claretiana:
“Santo Padre Claret,
Sagrario viviente,
como el tuyo sea nuestro pecho,
Amor ardiente”…
Aquella letra nos hipnotizaba más que la música. No entendíamos el alcance de aquella metáfora erótica sobre el Amor. Tal vez había sido una inspiración de San Juan de la Cruz o de Santa Teresa de Jesús. Lo cierto es que nos conmovía y nos planteaba unos interrogantes insólitos en aquellos años de nuestra prístina adolescencia.
Estoy deseando que llegue la hora de recogimiento, y repasar el pasaje bíblico de los viejos mirones y la casta Susana, sabes? -le susurré a mi amigo Pedro que compartía mis gustos por los episodios de la Biblia Vieja así como nuestra inclinación por las chicas que apuntaban sus encantos a través de la blusa por primavera.
Es uno de los capítulos que más me atraen a mi también: siempre que lo leo tengo que confesarme para poder ir a comulgar… subrayó en sus palabras su inclinación promiscua.(Continuará V)