
La bodas de antes en el pueblo (II) Cont.
…El domicilio paterno acogía a las vecinas que, en presencia de la peinadora, no se recataban en resaltar la perfecta confección del vestido de manos de una afamada sastra del pueblo vecino, la Eduviges, y se consideraban incapaces de contener las exclamaciones que ensalzaban tanto la belleza de la contrayente como la harmonía de los elementos: la media corona de margaritas naturales de donde prendía el velo de gasa, el escote insinuante, aunque sin ostensible provocación, los manguitos de imitación a seda que hasta los satinados guantes prolongaban las mangas, cuyas terminaciones combinaban perfectamente con los encajes de la chaquetilla torera; a su delicada cintura la ceñía una banda satinada de color plata, tan apretada que hacía resaltar sobremanera su prominente busto; las medias de tono nude que se descolgaban de las caderas y descansaban en los zapatos de charol blanco, convocaban entre las admiradoras la voluptuosidad del color de las medias y la sensualidad de su cuerpo. La longitud y anchura de la capa, que parecía disimular la interminable etapa de noviazgo y el tan sacrificado deseo en virtud de la virginidad, iba a ser levantada hasta el altar por dos de las sobrinas más pequeñas en trajes de Comunión, lo cual les iba a servir de feliz ilusión para el futuro…( Continuará II) )