
Las bodas de antes en el pueblo ( I )
Su rostro resplandecía, como nunca antes había brillado, la mañana de su boda; una sonrisa amplia, tan abierta que las muelas más recónditas no ocultaban la felicidad del momento, sobretodo al oír los agasajos de las vecinas casamenteras, que aún esperaban su oportunidad. Nunca la habían visto tan lozana que, al exteriorizar la sonrisa sus labios carnosos y tocados con un lápiz rudimentario de color magenta, descubrían su feliz momento; sus pechos de juvenil turgencia parecían desbordar el corsé del traje de novia; sus amigas acariciaban los rollizos muslos que el vestido de satén blanco de las nupcias se resistía a ocultar; y además, algunas de las novicias, más atrevidas, al aproximar sus mejillas a la altura del vientre virgen de la novia, entornaban sus ojos hacia ella al percibir la aroma de cálida pasión que se desprendía entre las íntimas entretelas, de sabor a mar y a huerta…
Todos los elogios parecían oscurecerse tras el velo de la envidia inevitable, pues eran conscientes de que el tiempo transcurría sin piedad, y la inagotable paciencia de la llegada de un mancebo oportuno no parecía tener fin… (Continuará I)