
Escenas urbanas
La joven del ascensor
Llamé como de costumbre al ascensor, pulsando el botón, y al cabo de unos segundos se abrieron las puertas automáticas, tras cuyas gambas metálicas y goznes algo chillones por falta de grasa o por la suciedad acumulada en los rieles, apareció una figura femenina y joven de mediana envergadura, que exhalaba una aroma subyugante y atractiva, cuya espalda en el espejo del ascensor se mostraba recta, desde el peinado hasta donde una insinuante, pero discreta curva rompía el equilibro de su casi perfecta simetría.
-¡ No siempre Dios nos saluda con tanta belleza, y menos a estas horas de la mañana ¡ -le complacía con un saludo cortés y, en absoluto malintencionado, desprovisto de ocultas connotaciones.
-No estoy tan bien – me respondió, al tiempo que se desabotonaba una prenda de abrigo de color fucsia que cubría un polo malva, y descorriendo con la mano izquierda la prenda de abrigo, acariciaba con su derecha el flanco izquierdo, y recorriendo suavemente el perfil moderado del busto hacia la cintura, me invitaba a convenir su opinión.
-Como puede observar, me sobran algunos quilos! – me dijo intentando sacarme de dudas, sin el menor arrobo.
-¡ Bueno…, si usted lo dice ! – le respondí sin más argumento para continuar, ya que el elevador nos invitaba a salir, deteniéndose en el vestíbulo.
???