
Poema metafísico a la canción de Jacque Brel- “la chanson des vieux aimants”.
Y sólo me quedará tu recuerdo
mientras dure mi existencia, mientras puedas leer mis versos;/
mientras puedan tus ojos leer mis sueños en tus sueños./
Sólo quedará tu palabra liviana como un nube,/
como una nube que arrastra el viento,/
pero ya no habrá remedio:/
el torrente de la llama, que ya no fluye,/
se desvanece en su afán de alzarse sobre los leños./
Pero ya no habrá lamentos:/
sólo tu palabra en mi recuerdo;/
notas de música en papel de seda, viejo,/
que, tú, ya no escucharás/
porque se acongojan en la distancia;/
sin embargo, me asiste la esperanza de oír tu voz,/
que no se resiste a morir con el recuerdo:/
tonalidad entregada de un, todavía, deseo tierno./
No llorarán tus labios el gozoso brío de un beso;/
ni se marchitará la lágrima de amor,/
que no la seca la brisa marina sobre la arena de un desierto/
– en una playa al atardecer;/
que ha surcado tu piel y se ha hecho suspiro, sin poner remedio./
Buscarás en la profundidad más etérea de tu memoria,/
avivar la realidad de otro tiempo, flamígero espacio liviano,/
testigo real de un sueño,/
olvidado frenesí de telarañas, que la tenue luz blanca/
envuelve, desempolva de afanes, por mucho tiempo cubierto./
Las encontrarás, por fin, en un tul de luz envueltas:/
las promesas incumplidas, las palabras desdeñadas/
de un verso, que en realidad suceden, aunque ayer sucedieron./
Te convoco a ti, mi alma, espíritu olvidado, entre las ruinas del tiempo:/
restos de sollozos, resquicios de entrega en otras coordenadas,/
junto al murmullo del agua en la ribera, recurrente recuerdo;/
donde tus labios de calor y llama, una vez, de placer enmudecieron;/
entre las ramas de la cómplice adelfa, el amargo sabor de sus hojas,/
azotadas por el viento;/
sobre la desnuda roca, abrazaron mis brazos tiernos, tus claros pechos:/
ni el rumor monótono del torrente interrumpió la cálida música/
de mi verso ni tu verso;/
sólo el graznido de la alondra, que cruzó, relámpago veloz, el azul cielo,/
interrumpió nuestra poesía, detuvo, entonces, el tiempo:/
hoy de sepia su color olvidado, su resurgir pretendo./
No sabrá dios devolvernos aquel paisaje, aquel tiempo:/
sólo la voluntad de dar vida a la vida de un recuerdo/
podría avivar aquel destello,/
contra nuestra voluntad marchitado, como hojas de invierno,/
se balancea muy dentro, sin esperanza de inmortalidad,/
se precipita y cae contra la eternidad infinita, contra el frío suelo./
Sólo el deseo perturba ya tu alma,/
dolorida y apesadumbrada, y nos señala la voluntad miserable/
de un amanecer nuevo;/
verde brote junto a la fuente fresca del mismo riachuelo,/
por donde surca la alondra en primavera el amplio azul/
del cerúleo cielo; /
la aroma cálida de olor a tulipán negro,/
en la ignota distancia del tiempo,/
agita los poros de tu piel, aproxima tu verso a mi verso./