
Al otro lado del tiempo. Continúa la aventura de los tres amiguetes. La matanza VI
Tanto, sange…berreaba el insensato mozalbete a su abuela mientras le mostraba el dedo mutilado y sangriento”- todas las mondongueras acudieron al punto a taponar el dedo índice de Agustín, echando mano a lo que tenían más a mano, un pañuelo negro de la cabeza, las bragas de algunas o la camisa de otra, convencidas que detendrían la hemorragia incluso antes que don Hermógenes entrara por la puerta de la casa….
-“La curiosidad mata a los jóvenes que quieren saber cosas que el cura no les deja”-intervino la Isabel de Galo, única mujer del pueblo casada por un juez, disculpando en su perorata a todos los adolescentes promiscuos del pueblo, que no eran pocos.
-“ Los viejos, por ser viejos, sabemos cosas que los jóvenes no sabéis, que, por ser jóvenes, tampoco les interesa conocer”- pontificó don Hermógenes mientras cortaba a hemorragia de Agustín, parafraseando al Maestro Mairena, montando un símil sobre la curiosidad de Agustín al confundir los orificios de la salchichadora con cierta anatomía femenina.
-A estos mozalbetes no se les puede dejar solos; confunden los culos con las témporas- añadió Felisa, la posadera, ahondando en el comentario del médico.
-Saben más de lo que usted se cree, don Hermógenes; que ya se afeitan, y saben cuándo se les endurece la cosa -continuó la Isabel, muy docta en estas cosas de andar por los bajos anatómicos…
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