
La esperanza de vencer a la peste se desvanecía…(Capítulo V)
-“…Habíamos regresado de nuestros escarceos y amoríos de Zalamea, que, como era habitual todas las noches tórridas de aquellos veranos aburridos y solaces, refrescábamos nuestras gargantas con el vino de emboque cabezón de Dávila, bodeguero de la vecina Esparragosa, de cuyo filón Andrés hacía gran acopio, que los parroquianos calificaban de buen emboque, y que el tabernero sabiamente acompañaba a sus clientes con pintorescas aventuras, cuando en aquel preciso momento, tanto a Emilio de la fragua, a Manolo “el Quemao” y a mi mismo, nos sorprendiera Angel “el Pollo” que se descabezara sin levantar el dorso recostado sobre la barra de madera en un extremo del bar, profiriendo para sus adentros, y casi imperceptibles unas palabras desazonantes -“no pue sé, no pué se, no pue se…” al tiempo que empuñaba el vaso de vino rosado en su derecha, que de sorbo en sorbo poco a poco lo vaciaba con la esperanza que alguien de los habituales le agraciara con generosa oportunidad, al tiempo que gràficamente Andrés, sin acobardarse delante de la Frasca, su tía política, nos interpretó aquel monólogo del viejo alcalde, que, se lamentaba de aquel ingrato rechazo que la Cándida le afeara…