
Continúan las aventuras de los tres rapaces, el Lolo, el Pecas, y el Monazillo, por las matanza (V)
Aquel hedor ácido y agrio envolvía la bruma abrupta de principios de diciembre por la ancha puerta del corral donde los matarifes que entre trago de aguardiente y vino de pitarra se desgañitaban la garganta con las risotadas del chascarrillo que el Capitán de los Gurriatos era proclive a protagonizar su gracia y duende entre los mohínos acompañantes, que, se acordaban todavía del tío Sioro y su poca pericia al entrar a matar…arrinconándose algunos, que se frotaban las manos para ahuyentar los sabañones al calor de una chosca de albulagas y sarmientos con escobas de retama, que sirvieron para limpiar la piel del finado, y liberar al tocino y la papada de cualquier mácula de salpicaduras de sangre…
-“No vayáis a meter un dedo en la trituradora de la carne que años antes había segado el índice de la derecha al Agustín, a lo mejor por curiosidad” -avisaba Celestino al Pecas, al Lolo y al Monazillo, que con ojos de plato escuchaban a Celestino el relato de la historia…”No podía soñar en amores, pues Agustín era un imberbe todavía, y a duras penas despuntaba el vello lánguido en las pantorrillas”-puntualizaba Jerónimo, el Comino Grande.
-“Tanto, sange…berreaba el insensato mozalbete a su abuela mientras le mostraba el dedo mutilado y sangriento”- todas las mondingueras acudieron al punto a taponar el dedo índice de Agustín, echando mano a lo que tenían más a mano, un pañuelo negro de la cabeza, las bragas de algunas o la camisa de otra, convencidas que detendrían la hemorragia incluso antes que don Hermógenes entrara por la puerta de la casa….
-“La curiosidad mata a los jóvenes que quieren saber cosas que el cura no les deja”-intervino la Isabel de Galo, única mujer del pueblo casada por de juez, disculpando en su perorata a todos los adolescentes promiscuos del pueblo, que no eran pocos.