Al otro lado del Tiempo. Travesura de los tres zagales en la Viña Romero ( Continuación)
El Romillo subido en el burro, llevaba al Monazillo bocabajo, atravesado sobre su regazo, que no cesaba de sollozar y lamentarse, echándole la culpa de la pedrada al Pecas, que fue la que se topó con su inocultable cabeza, mientras que las del Lolo no daban en el blanco; que prometía contárselo todo a la abuela del Lolo, de la que reconocía tener estrecha condescendencia, aunque nunca fue consciente de que la señora lo manejaba según su capricho, y a su voluntad, a la que el bisoño del Monazillo siempre estaba dispuesto a complacerla. Nunca se sintió disminuido, y mucho menos despreciado, puesto que siempre era compensado por su solícita disposición a sus requerimientos.
Aunque se arrepintiera de haberla observado miccionar de pie en una ocasión, y salpicado los royos del corral con sus meaos, la disculpaba siempre, atendiendo a la decencia que demostraba en aquella compostura.
-Deja de llorar, que, por mucha sangre que borbotone de tu brecha, las tripas no te van a salir -intentaba el Romillo tranquilizar al Monazillo, pues sus berridos y lamentos, así como sus amenazas indisponía al paso del jumento, y podía dar una espantada, y dar en tierra con el caballo y el caballero.
Seguían a pocos pasos la comitiva de autoridades, don Antonio, que hacía de teniente alcalde por ausencia de don Alfred Hitchcot, Hermógenes, el doctor de cabecera, don Aristofano, el cura y Antonio el aguacil,
el Zorrero, separados a menos de diez varas los culpables, el Pecas y su primo el Lolo…(Continuará)