
Cuando el confinamiento le fue impuesto a los ciudadanos en la ciudad…( Continuación)
“Los ciudadanos confiaban su desgracia en la misericordia De Dios”
( Continuará)
Era tan agobiante el bochorno aquella tarde noche que nos resistíamos a dejar aquel liberador paseo por las sinuosas curvas que descansaban sobre un peñasco a una de sus orillas -La Silleta- remanso incómodo donde solía hacerse realidad la luctuosa realidad del deseo…
Eran tiempos donde el paroxismo no necesitaba palabras. Las caricias imponían su ley- los designios de la pasión.
Se ajustaban tanto sus labios con los míos que, sin embargo, no me impedían continuar con el apasionante y singular relato de la Peste en Orán, mientras Juliana, Manoli, y Maria Deliciosa, y la propia Amelie, embebidas por el relato, seguían con fruición los acontecimientos relacionados con la peste…
-“Se combinaba en la ciudad la realidad del confinamiento de la ciudad con la abstracción. Los vehículos daban vueltas alrededor de las murallas una y otra vez, como si quisieran percatarse del confinamiento. Hasta el calor de julio parecía aliarse con el secuestro de la población. La playa y la iglesia habían abandonado la competencia para recluirse la gente dentro de las casas. Tanto el temor al contagio – pues ya los muertos se contaban por cientos cada semana- como el miedo a ser sancionados por la policía si quebrantaban las normas les obligaba a permanecer dentro de los habitáculos…”





