
La jauría urbana- en la tienda I
Era la hora que Sánchez iba a dirigirse a la ciudadanía para comunicarle que iba a tomar la decisión de decretar el Estado de Alarma, no para acojonarnos, sino para solucionar el Carajal en el que se metió el domingo pasado, azuzando el desfile de lirios morados por todos los rincones de España, me coloqué la escafandra de papel, que facilita la inspiración de los cigarrillos que algunas féminas aspiraban con profunda e insatisfecha lujuria, y me adentré en el foco donde la ciudadanía hacía acopio de víveres, porque, como reza el dicho, fíate de la Virgen ( en éste caso, de Sanchesztein,) y no corras…
Las estanterías de moqueros de papel estaban casi vacías; albricias, encontré un paquete de rollos de cocina…ya sabemos que las salpicaduras de aceite en la vitro les da grima a algunas amas de casa.
Se progresa en estos pagos: faltaban ensaladas frescas, y la pescadería abarrotada de clientes. Es sábado: todo ayuda.
Ya haciendo cola, en la caja, sin guardar la distancia reglamentaria, una usuaria, sin más preámbulo de cortesía, me echó una mirada sospechosa, y sin resistir a su curiosidad, me compadeció de que tuviera el maldito patógeno; a lo que respondí que yo no sabía si era portador; al verla azorada, le dije que ella tampoco sabía que no portara al maldito Covid-19, y ante mi osadía me dijo, que estaba segura de que no era portadora porque no tenía los síntomas, y añadió que si Dios quiere ella no lo iba a coger; y con el fin de hacer pedagogía le dice que este bicho sabe mucho, y vuela…