
Al otro lado del tiempo. El Sueño (Cont. VIII)
-La prima de Maricloe no te va a querer, aunque se junte con tu hermana, y le enseñes el pito tan grande como un burro que tienes, porque no tienes memoria-lo dice la catequista; que te costó mucho aprenderte la Doctrina para la comunión- añadió el Pecas, temeroso de que el Monacillo le quitara la novia.
Al Monazillo la niña de sus ojos se le humedecían y le hacían chiribitas cada vez que mentaban a la prima de Maricloe; con esos pelos rubios, como la luz del sol al atardecer, y los ojos claros y verdes como el forraje de la era, aunque no le habían aumentado los pechos tanto como a su hermana, que se ponía unos brassières blancos, a los que rellenaba de algodón para que abultaran mas, y le hicieran parecer más mayor que sus amigas; eran tan grandes que al mirarse de perfil en el espejo, le parecía que tenía dos montañas como la Sierra Lora de alta.