
Las aromas de Setiembre (IV)
que vestía un gorro de color rojo y negro, de gabacho, con botas y polainas de cuero muy limpias y brillantes, con las que taconeaba por el andén, y no saludaba a nadie. Su nariz era roja, de frío o de vino. (IV)
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Me parecía, cuando lo vi, un capitán de la guardia civil, y que, aunque no llevaba ni estrellas ni adornos en el hombro ni bigotes negros, ni espuelas de montar en los talones, llevaba un farol que daba destellos rojos al levantarla por encima de su cabeza en dirección a la siniestra máquina, que arrancaba de nuevo con un ronco silbido de sirena de barco, como en las películas del cine de Hilario, el sardinero y heladero, y de su cinturón de piel negra descolgaba una fusta tan larga que era como el zurriago del Zorrero, el municipal del pueblo, el cual gastaba muy malas pulgas con los muchachos, y nos daba zurriagazos cuando le tirábamos piedras al perro de Aguasanta, que era muy impertinente y siempre ladraba al pasar por su puerta, los colegiales a la salida de la clase de d. Luis.(V)