
Bienvenida a la Nueva Marina
Vuelve el glamour de la tradición a la Plaza de San Francisco: la cafetería La Marina ha vuelto a abrir sus puertas.
Un viejo bar con un brillo renovado. Allí desaparecen los rincones que fueron las cátedras de ínclitos intelectuales que hilaban sus “pedanterías” entre copa y caña, entre café y “chirimbolo”. Los efluvios de la ambrosía no nublaban el discurrir de sus peroratas; y la amenidad de la palabra, sazonada por la calidad del bagaje cultural, atraía tanto a boquiabiertos discípulos como a embelesados camareros que, como Alfonso, con el que no circunstancial muchas tardes me cruzo en mi paseo, pegaba su oreja al discurso del maestro.
De allí salieron nuevos amigos, nuevas parejas y amores prohibidos e infames habladurías al calor de la tertulia. Desde aquellos rincones se desmaquillaba a la dictadura, se denostaba al apaño de la profilaxis democrática del post franquismo; sin embargo, allí se sublimaba a la Pimpinela escarlata del proscrito Carrillo y su peluca.
Fue la Marina el chiringuito de los picapleitos, de los ganaderos y traficantes de cualquier calaña, de los viejos muestrarios arrastrando sus maletines de muestras llenos.
Volverán las oscuras golondrinas de antaño a colgar sus nidos bajo la luminosidad LED, sobre el coqueto mostrador de madera noble a acodar los nuevos contratos de compraventa, y los banqueros a urdir nuevas estrategias entre sus colegas con la finalidad de atraer dinero parado…
La combinación de un mobiliario de moda retro no desafina con el nuevo lustre de cuadros, espejos y estanterías, ni con la amable profesionalidad de camareros y señoritas, de atractivo look, que puede embelesar a cualquier cliente con su afable sonrisa y estudiado decoro, dizque en disposición de complacer las más exigentes órdenes del habitual.
Una taza de café Delta servida en una incólume taza de porcelana blanca y una tostada de diferentes gustos puede complacer al más exquisito de los gourmets. Si desayuna sin una agradable compañía, los mozos y las camareras de la Marina no tasan su tiempo libre para complacerle con su amable presencia y discreta conversación; pero, si además le interesa conocer las noticias locales y provinciales, le ofrecen al cliente el diario local, mientras en el frontispicio de la entrada una televisión de plasma trasmite cualquier programa deportivo o de noticias con un volumen razonablemente aceptable.
La Plaza de San Francisco se ha superado en calidad a ella misma con la apertura de un establecimiento emblemático que, además, ha conseguido engarzar la modernidad con la elegancia de la tradición.