
Prosopopeya de un pueblo: de Dublín a Guareña ( Cont. II)
By: juanrico
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Focal Length: | 14mm |
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ISO: | 400 |
Shutter: | 1/0 sec |
Camera: | Canon EOS 400D DIGITAL |
Habían arreciado las altas temperaturas como nunca los mayores del lugar habían
conocido antes…
– Estas temperaturas tan altas trastornan las más eminentes cabezas; no le quiero decir
nada de aquellas a las que les falta uno o dos clips – me dijo con sorna el vendedor de
prensa, que ya ponía en orden los fajos de periódicos que le acababan de dejar
procedentes de Madrid.
-Dudo entre el Mundo y el País le dije como aquel que entra en un prostíbulo y no acierta
por cual decidirse; por la morena o la rubia; por Cebrián o Pedrojota.
Parecía como si Céfiro o Eolo hubieran dado la orden al viento de detenerse y calmar con
ello el oleaje de la mar; y, aquí, entre tierra, resultaba ser tan imperceptible la brisa que
ninguna hoja de las acacias a lo largo del camino que discurre hasta la laguna se mecía,
como si no se atreviera a soliviantar al dios del mar; ni la monótona y recurrente canción
de la chicharra que suele acompañar al tórrido calor del estío, frotando sus aserradas
patas y élitros, que aliviaran la modorra, se hacía presente en aquellas horas de la
mañana; únicamente los motores de los aparejos de aire virtual, que cuelgan de las
fachadas y balcones de los domicilios humildes, removían un torrente de aire sofocante,
que lacia las hojas de los naranjos decorativos en la avenida produciendo un ruido sordo y
agobiante, similar al de un enjambre de tábanos arremolinados alrededor de un atajo de
ovejas, que sesteaba en un baldío próximo al higueral.
Como si de la boda de Jean Wyse Neaulan en el Dublín de J.Joyce se tratara, una
fervorosa parroquia de mujeres había sido convocada en la Iglesia de Santa María so
pretexto de honrar a la Virgen del Carmen. No es necesario aclarar que, tratándose de los
esponsales del guarda maestre del bosque de la Irish National Foresters -( aquí, por
contra, en la Parroquia de Santa María asistieron al novenario de Afrodita señoras de toda
estirpe y credo, tanto fervorosas católicas como rutinarias devotas de la virgen del amor, a
las que movía mejor el singular refugio del calor que los anchos muros y las altas bóvedas
proporcionan solícitas a la feligresía que el mismo ritual mariano; aunque es de justicia
reconocer la concurrencia a tan piadoso acto: la generosa caja de leche El Rio, la
necesaria botella de aceite El Castúo, la imprescindible caja de legumbres El Hortelano,
las cajas oportunas de sobres de sopa preparada Knorr y de Cambel; sin menospreciar la
presencia del arcipreste que levantando los brazos al cielo y entornando los ojos
suplicaba clemencia o influencia a Dios Todopoderoso para que, como Moisés en el
éxodo de Egipto suplicaba la lluvia de maná ante la zarza que arde y nunca se consume,
librara al pueblo del hambre, mientras el agnóstico concurrente repetía en su interior su
particular plegaria:” Padre, que nadie sabe dónde estás…,danos el pan nuestro, que no
nos falte ningún día…Amén”)…