De la ciudad diáfana y alegre a la ciudad sombría del saber. Final del viaje alegre Tiemblo (Cont.)
…Junior apareció en el comedor de los tíos de Granada con el pelo negro que brillaba más de lo habitual a causa de la humedad de la ducha, al tiempo que Granada obviaba nuestros arrumacos para atender a Junior con el desayuno.
-Voy a tomar una ducha mientras Junior toma el desayuno, aunque no me apetece que el sabor de la ambrosía que impregna mi piel de tu piel se desvanezca con la obstinación del agua de la ducha.
-A mi me produce una desazón incontrolable que el calor de tus besos impregnados de ardor se evapore entre el tiempo y el espacio entre Salamanca y el Tiemblo, aunque abrigo la esperanza que la Navidad recupere la volatilidad de un sueño.
Granada nos acompañó hasta el cruce que la carretera separaba la dirección de Madrid y Salamanca. Insinuaba que la presencia de Granada animaría a los conductores de turismos a llevarnos hasta Salamanca, o Peñaranda de Bracamonte. Sin embargo, aunque la compañía de Granada aliviaba la espera, con abrazos y toqueteos, que Junior aceptaba sin ninguna insinuación que se pudiera interpretar por un reproche, me desesperaba que los vehículos, aunque desocupados, pasaran sin detenerse para ofrecernos alguna esperanza, hasta que por fin, un conductor entrado en años se detuvo para advertirnos que solo podía llevar a dos personas. Granada me apretó contra si misma como si me quisiera trasmitir que de buen gusto se confundiría su cuerpo con mi alma…
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