
La esperanza de vencer a la peste se desvanecía (continuación IV)
Me complacía sentir el aroma del hálito de Amelie acariciar la piel temblorosa de mis labios.
-“! Cuántos días había soñado que el momento de pasear solos, sin tener a ninguna “que hiciera de carabina” que perturbara los secretos de nuestras palabras, nuestras promesas y proyectos, sazonados con las siempre añoradas caricias!” -palabras que Amelie sabiamente desprendía de sus labios como una suave lluvia las cuentagotas de una entrega a los brazos de Apolo, cuando nuestros pasos se dirigían por la calle La Laguna, próxima al domicilio Amelie…