
Aunque la esperanza de vencer a la epidemia se desvanecía, sin embargo…(Continuación)
“ El miedo al contagio se aventuraba como el más eficaz antídoto contra el virus”
…Después de aquel momentáneo baño de libertad en las aguas de la bahía, dr. Rieux confesó a su amigo Tarrou que había que recomenzar la actividad, pues la peste todavía sobrevolaba en el aire de la ciudad, así como las nubes desparramaban sus tenebrosas sombras por los tejados y las calles de la ciudad; y lo que parecía que llegaba el final de la epidemia se convertía en un un imperecedera continuación…
Han abierto un hospital nuevo -le aventuré a Amelie, como si tratara de hacerle vivir la enfermedad a la que estaban sometidos los ciudadanos de Orán- lo que indicaba que de las epidemias no se sabe cuándo se van; y como el dr. Rieux le comunicó a su amigo Tarrou, cuando parece que ha desaparecido de un barrio resurge con más virulencia, y cuando, por el contrario, cuando se muestra en otros con la mayor agresividad, sin saber la causa, de pronto desaparece sin una explicación razonable…
Mientras le relataba a Amelie estas tremendas embates de la enfermedad, rodeaba su cintura con mi brazo derecho, a cuyo empeño cedía sin mucha resistencia.
-¿No pensáis que ya va siendo hora de levantarnos, y volver a casa que nos van a reñir?- sugirió Juliana, que, ya sentía un cierto hastío por el tiempo transcurrido toda la tarde en compañía de las amigas. Y en realidad, sus inconfesables pretensiones consistían en contestar a la última carta de Paco, su incipiente relación de amistad, que el cartero le había traído por la mañana.






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