
In memoriam (íntima)
Nunca alcanzaste mi memoria,/
si bien no tenías para mi/
oculto tu fatal destino:/
Siendo mujer no conociste varón,/
que refrescara tu noche oscura,/
ni echaras en falta alguna:/
tuviste hijos, sin que tu luz alumbrara un día;/
tu deber, tu alma misma,/
diseñó alguien, tu destino:/
la responsable herencia,/
sin exigir amor,/
tu fatal sino:/
que tu sabio instinto/
supo vadear las turbias aguas,/
de algún avieso reproche/
de ingratitud, injusto,/
que, con temor a Dios, tu asidero,/
único,/
del que no dudaste,/
ni nunca/
traicionaste:/
siempre, sin saberlo,/
Su existencia,/
como la tuya,/
fue tu vida, tu fe, tu creencia,/
tu razón de ser, y de vivir./
Quieren mis palabras perpetuar tu eternidad,/
en un breve hálito de tu existencia/
-siempre corta-/
tu postrer quimera:/
mi recuerdo,/
que de dolor al remedio/
convocaste en tu postrer lamento: /
“Dios mío, parazetamol”/
que aliviara tu último sufrimiento:/
conjugaste la fe y la ciencia,/
sin saberlo, conciliaste, la razón y el mito:/
Tu respuesta, inapelable, humana,/
de tu realidad eterna:/
convocas tu esperanza,/
y a Dios como testigo:/
una respuesta al dolor, /
a mis oídos le reservo tu Piedad,/
mis miedos, y los tuyos:/
un grito de auxilio,/
con el único instante verdadero,/
como el poeta proclamara un día:/
“ Clamé al Cielo, y no me oyó,/
más, si las puertas me cierras,/
tengas Tú la culpa, y no yo”/
( Calderón de la Barca)