
La jauría urbana: la sutileza y simpatía de la cajera.
No todos están dotados de las habilidades requeridas para ejercer de cajeras o cajeros en una línea del supermercado. A veces uno puede encontrar una sagaz respuesta en una situación determinada, como me sucediera una mañana de las fiestas navideñas recientes, cuando iba a comprar el periódico habitual; aparte del diario, compré dos chucherías para mis nietas y una docena de huevos:
– ¿Quiere usted una bolsa ?- me hizo la habitual pregunta una agraciada joven cajera de mirar chispeante y húmedo, que rebosaba en belleza y simpatía.
– No querrá usted que vaya enseñando “los huevos” por la calle! Le respondí sin doble sentido alguno, aunque ella advirtiera cierta picardía en mi respuesta.
– ¡ Claro, no quiero que se le enfríen los huevos por la calle! -me respondió con cierta complicidad en sus labios que resaltaban de carmín bermejo su sonrisa.