
Leyenda con color de Turquesa
By: juanrico
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Aperture: | f/2.2 |
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Focal Length: | 4.15mm |
ISO: | 32 |
Shutter: | 1/0 sec |
Camera: | iPhone 6 |
…Y de pronto, casi sin que nadie se atreviera a sospechar, Turquesita, como así la llamaba cariñosamente su abuelo, empezó a emitir sus primeros sonidos, que solo para ella tenían significado. No emitía las frases articuladas de acuerdo con el código de la lengua, pero la musicalidad de la entonación, tan ajustada a los mensajes que quería emitir, me sorprendió sobremanera, tanto que sólo con la entonación percibía el significado del balbuceo con insospechada claridad…Ya, entonces, cuando apenas contaba dieciocho meses, entornaba su manita derecha una y otra vez para entonar y vocalizar la letra de la cancioncilla infantil “Los Cinco lobitos”, de tal suerte que siempre que veía a su abuelo, movía su manita derecha como la que se presta a bailar una “sevillana” y pronunciar el título de la cancioncilla, exigiendo que le conectara el móvil.
Un primor.
Ni que decir tiene que, tratándose del cumpleaños de la tita hoy mismo, y percibiendo en el iPad que ella estaba en la pantalla, inopinadamente la felicitó, cantando con letra y música el “Cumpleaños feliz” ante la mirada sorprendida de sus abuelos.
Desde hace meses Turquesilla había conquistado mi fervor, pues siempre que me encontraba me recibía con un saludo muy personal -Coty-, que no tiene nada que ver con un supuesto heterónimo, sino una demanda por chocolate, que yo sabía complacer evitando ser interferido por la imperiosa voz conminativa de sus padres…
-“Te quero”: no sabía qué significaba. “No quere, no quere”: repetía siempre que no no me gustaba algo, y todos aceptaban de buen grado mi contrariedad.
-” A jugar¡” Y a mi “abela” siempre dispuesta a entretenerme, disponía mi cocina juguete con toda la batería a punto para que yo friera un huevo y se lo diera a Roco, mi perro peluche, para que se lo comiera antes de que se enfriara…
-¿Olivia, para ti y para mi, cuál es el mejor equipo del mundo? Y como sabía que a mi abelo le gustaba el mismo equipo que a mi, le contestaba para hacerle feliz:
-el Madid¡ y él se tronchaba de risa, al que yo respondía con otra carcajada y estiraba tanto los labios que se me veían los dientes…
-¡No, no! Le respondía girando mi mano derecha en semicírculo para evitar que sus barbas me pinchara al intentar besarme.
Y se lo pasaba tan estupendamente en casa de sus abuelos que siempre que papá le insinuaba ir a verlos, se echaba al hombro sus pertrechos personales – un bolso de material, el coche miniatura de su tita, los collares de mamá, y cómo no, “el pipi”, por si le picaba el sueño. Sin saber la causa, se dirigía a la mesa giratoria y escogía siempre el mismo libro -The Dictionary of English Idioms- Un secreto que algún día nos revelará su subconsciente.