
Día de Retiro espiritual en e colegio (VI)
una mañana de domingo, de un extraño mes /
de Marzo, /
cuando los cerezos descapullan /
y abren al aire sus rosados pétalos,/
que los fríos siniestros /
de esta anómala primavera, /
obstinados en la destrucción de su bello atuendo /precipitan sobre el helado suelo del monte /
yermo, /
y las damiselas quejumbrosas /
que añoran la inmortalidad en un sueño, /
de bracete empujan a su pareja /
al reclamo del campanil en la espadaña /
del convento, /
que un mirlo asustado /
abandona al primer repique, /
obviando la prometida mansión en otro cielo, /
y con su graznido despierta a los agnósticos /
del sueño…
Me trae a la memoria, ya lejana, /
del colegio, /
al padre Alvarez, /
que rechazó a mis oídos, creo, /
por lerdos, /
para formar el coro /
de promesas nuevo,/
cuando aún ni siquiera /
había aparecido mi primer vello, /
aunque un sombreado bigote /
ya apuntaba en el labio /
superior;/
ni en las piernas ni un despunte /
de incipiente pelo; /
con su silbato de experto entre sus labios/
hacía con un silbido /
tenue poner a punto tanto /
su tímpano, como sus cuerdas de la garganta. /
No entendí nunca aquel arbitrario gesto.
Y el coro en pocas semanas /
puso en marcha su progreso, /
y las misas fueron entonces /
extraordinarias, de matices,
de latín y virtud santas.
Ni siquiera en sus plegarias,/
los zotes encargados de los rezos,/
recuerdan al depuesto papa /
Benedicto XVI, /
que de él nada sabemos.
/Un intelectual arrinconado, /
entre libros, como una polilla,/
intentando reconducir en el Tractatus /
de Wittgestein el viejo Credo./
Por eso, por todo ello /
me recluyo, /
con mis oídos prestos, /
a dar cobijo a mi espiritualidad /
entre las notas del Réquiem /de Vivaldi, /
mientras los escépticos, /
por miedo al miedo eterno, /
arropan su temor entre la rutina /
de un anquilosado credo.