
La jauría urbana: día de lluvia en Badajoz
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Llovía en la ciudad como hacía tiempo no ocurría en un periodo largo de sequía; parecía como si de improviso los cuerpos de los transeúntes se transformaran en setas silvestres: gurumelos o boletus edulis o champiñones comunes, atendiendo al color del paraguas, cuando inopinadamente oí una voz femenina que me pedía mi consentimiento de cobijarse bajo la protección de mi parasol, en este caso sombrilla de lluvia, al tiempo que se colgaba de mi brazo derecho…Su mirar turquesa limpia hizo sucumbir el arrobamiento de tan inesperado encuentro, aunque le advertí que cruzaría el semáforo y la dejaría en la plaza próxima, no más allá de quinientos pasos. Con una lacónica despedida – ” vivo aquí”- me dejaba aquella damisela en sus veinte, que por su atuendo -una capucha negra, bajo la cual, un plástico blanco que cubría su cabellera, me impedía ver su color- me hizo pensar que se trataba de una novicia. Sin embargo, con una cálida sonrisa supo sacarme de dudas, al aclararme que no había salido preparada para encarar aquella mañana de lluvia torrencial.