By: juanrico

Aug 10 2013

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10 Agosto 2013
Una mañana gris en Wilmslow. Me recuerda a esos días de octubre otoñal en España de la sub meseta: nubes azulonas salpicadas de pinceladas blancas. Ha sido sin embargo un paseo muy plácido con una temperatura que no sobrepasaba los dieciocho centígrados, sin una suave brisa, que no se echaba en falta, pues parecía como si el tiempo se aliara con las necesidades de nuestros cuerpos. El tráfico de coches, tal vez, por tratarse de un sábado no resultaba incómodo, pues siendo fluido no agobiaba a los caminantes. Algunas madres empujaban los carricoches de sus bebés sin prisas, como si su objetivo fuera caminar y entretener a sus retoños; mientras caminábamos con nuestras dos nietas por las aceras angostas de calles residenciales, alguna persona mayor con problemas motrices nos cedía el paso amablemente con talante de estar acostumbrado a mostrar su calidad de educación social, sin alardes excesivos de moda extravagante…
Las avenidas, las calles y callejas, así como toda variedad de vericuetos están flanqueadas por viviendas individuales o pareadas, a las que preceden un pequeño jardín generalmente muy cuidado, al que protege un seto de muérdago o escaramujo o acebo o saúco o cerezo silvestre, los cuales realzan las viviendas de ladrillo que imitan a una moderna construcción estilo Edward, discretamente pretencioso, al que podemos sumar otras casas que realmente son Victorianas o imitación…
Pasear por las calles de Wimslow al atardecer, cuando los últimos destellos del sol anuncian su ocaso, la tonalidad del cielo se entremezcla con lagos del azul y el resto de nubes que se alejan despacio por el horizonte como si quisieran despedirse del daylight del día…
Tanto las florecillas rosas del escaramujo como los pétalos blancos del majuelo, así como la aroma del romero en flor y las azuladas o blancas
o encarnadas de tomillo o lavanda o la frescura mentolada de la menta que crecen en los setos o jardines a lo largo de los suburbios residenciales proporcionan al visitante la sensualidad necesaria de un placer que se nos oculta en nuestra tierra…