
Al otro lado del tiempo. Peripecias del Pecas en el Casino de Andrés ( Cont.)
Al vernos Agustín que tanto el Monazillo, como el Lolo y el Pecas se morían de envidia, de esa que llaman sana, y los ojos saltones como platos, que parecían soñar en el día que le saliera pelos en el bigote, y pudieran abrazar a alguna de su edad, le susurró la Pepa algo al oído, y se aproximaron a los tres bobalicones apostados a un lateral de la pista. El Pecas había estrenado un traje nuevo de azul marengo, cuyo corte terminaba por encima de la rodilla, dirigiéndose al Pecas… y sus mejillas se enrojecían como dos melocotones, le espetó a su pareja al punto:
-¿ quieres bailar una pieza con mi hermano? Invitó a Pepa que bailara con el Pecas, al que abrazó por la cintura, y su cabeza empezó a dar vueltas tantas como el movimiento de las caderas requería, al tiempo que sus carrillos se apretujaban como un niño de pecho a la protuberancia de su incipiente juventud.
-¿Te estás mareando; lo veo por el sudor que te corre por la mejillas, y siento tu cuerpo muy cerca de mis caderas, a pesar de ser casi un adolescente?
“Le cogí por delante, con mucho disimulo, se lo cogí fuerte, y pensé que me acompañara al retrete, que sentía muchas ganas de orinar; y observé que al chaval se le ponía como un melocotón; y le pregunté si tenía ganas de hacerlo; a lo que me respondió afirmativamente, tanto es así que se lo extraje por la entretela del pantalón y me lo metí en la boca, que, al sentirlo me humedecí totalmente y le rogué que no se lo contara a nadie”.
El Pecas salió corriendo como un loco, que , al verlo el Monacillo en tal guisa le señaló la entrepierna, porque la tenía abierta…





