
De la ciudad diàfana y alegre, a la ciudad de la razón y triste ( Cont.)
Los días que siguieron no transcurrieron sin la monótona costumbre de ir a la facultad, asistir a las clases de Inglés y francés; sobretodo la profesora nativa, madame Paulette, asistenta, y casada con el catedrático de literatura francesa. El doctor Cortés, de cuyo nombre no quisiera acordarme, por que aparte de ser un comunicador malo, y aún peor, perezoso y poco dotado de métodos de enseñanza, solía manifestar preferencias por alumnos de físico atractivo, de los que no valoraba su nivel de conocimiento; incluso sus chistes carecían de tan poca gracia, al que apodamos, Cortés, el fascista, del que sospechábamos que era un agradecido de la dictadura, a la que se le notaba estar agradecido…





