
De la ciudad alegre y jaranera, a la solaz lujuria de las vacaciones en Malpartida ( Cont.)
…me fue muy difícil resistir a la tentación que la lujuria me imponían en aquellos momentos de desasosiego y estimulo del placer, que sólo los consejos del padre Jesuita, el padre Linde, imponían su criterio, al tiempo que Granada, olvidándose de las insinuaciones lujuriosas de la mesonera, y su insinuación a solazarnos sobre el lecho que cubría una delicada colcha azul de seda, habría sucumbido a la sugerencia de la mesonera, que, como resonancia en su memoria, parecía paladear aquellos momentos, que, sentada al borde del lecho había aproximado los labios a los requerimientos de la lujuria, que, con habilidad inusitada se alzaba la lencería y solía ofrecer la fuente de incontinencia al alcance de los labios de sus amantes…





