Al otro lado del tiempo.Continúan las aventuras de los tres rapaces (IV-M)

By: juanrico

Jun 20 2025

Category: Uncategorized

Fué aquella insólita tarde de octubre, de un otoño como todos, que llueve cuando ha empezado la vendimia, y los bodegueros de Campanario han extendido sus fardos y telones en las encrucijadas de los caminos del Torilejos, a donde los carros colmados de banastas de uvas de moscatel, de Pedro Jimenez, de montúas, de ojogallo, de bolva, de punta gusanillo entre otras variedades de uva de estrujón, ajustaban los precios con el bodeguero, que, con no poca habilidad solían engatusar a los incautos campesinos… de los que se deducía, hablando entre dientes, que el Romillo les pagaba menos, mal y tarde; y a lo mejor nunca, que solía saldar su deuda con una garrafa de aguardiente, si a mano viene.

Ocurrió una de tantas tardes, entreveladas de nubes, d cielo añil y luz anaranjada, cuando los escolares arrastraban sus pertrechos de casa a la escuela de la escuela a casa, siempre con el deseo de asistir a la vendimia de la familia, y olvidar la realidad de un sueño, que se interponía entre el maestro y la ilusión de disfrutar de la festividad de la Virgen del Pilar entre las cepas de las viñas… aquella tarde que Rabiche pudo matar al jefe de los pandilleros gitanos de Arriba De la Villa de Zalamea…

-! Lo tiene cogido por los güevos: lo va a matar; y vomita sangre! -saltó el Lolo, que no había dicho ni mú desde hace días, aquella tarde que le guipó las bragas azules a la Felisita, cuando saltaba la comba en la Plazoleta, y se le puso el pito duro en la cama aquella noche, soñando con sus trenzas y sus pecas colarás, de muñeca juguetona y solaz.
-¡Que lo mate, como a un indio del Oeste, que, aunque no eran comunistas, ni perdieron la guerra con Franco, me ha dicho mi tío el Capitán de los Gurriatos, que se montaban en el coche de las tres luces, de la guardia Roja de Zalamea y le daban el tiro de gracia, les daban el matarile en las tapias del cementerio del pueblo, a los ricos, que no eran comunistas, y estaban a punto de ganar la guerra de Franco.
-Entonces, ! que se muera.! Rabiche, duro con él; y que no venga más a ver las películas de los Indios al cine de Hilario -argumentaba muy convencido el Pecas…( Continuará)

Nick Momrik

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