
Añoranzas de aquellos tiempos en Malpartida, en casa de la Cándida (Continuación III)
–
Acaban de irse los de la caza, Juanortiz, Bigote, el Capitán, Celestino, Cipriano, el Pollo, Antonio Cabanillas, y toda la jarca; que para celebrar el trofeo del tiro al plato ni siquiera ha llegado a cien pesetas la consumición – nos relató la Viuda a Emilio de la fragua, y a mi, que acabamos de volver de Zalamea, de dar de mano, como así se decía en el pueblo cuando dejabas a la novia en la puerta de su casa.
– No me lo puedo creer -interpuso Emilio de la fragua su descrédito a las palabras d la Cándida-que Donemilio no haya puesto ni siquiera la recaudación de la misa del domingo¡
– ¡ qué va; ya me gustaría. Es el más tacaño de todos; y eso que no está casado¡ Pero hay que ver, lo que le gusta escuchar las faltas de los demás.
El Pollo, traga que te traga, los vasos de vino, sin contar ni saber los que llevaba trasegado; que Celestino le tenía que recordar, rayando en la mesa de pino con el tosco lápiz de su oficio ,a cada paso las rondas que llevaban. Que después de cada ronda se tocaba el cinturón de pita para ajustárselo a la cintura, y recordar que don Camilo, el alcalde de Castuera, sabía más que nadie del pueblo; que había sacado la carrera de veterinario en la universidad de Córdoba, sin recomendaciones, por el que sentía indiscreta admiración.
– Ya le adivinaba sus bajos instintos; que cada vez que me acercaba a llenarle el vaso de la jarra, me metía el codo hasta las trancas.¡ pero qué se habrá creído; que por ser alcalde va a tener derecho a beber de gorra, y después arremeterme¡-añadía la Dela con bastante credulidad, a modo de reflexión en voz alta.
Del ocurrente Capitán se compadecía hasta su cuñada, que salía en su defensa, argumentando que debido a sus gafas de culo de vaso, no podía acertar con los platos, que vuelan más rápidos y rastreros que las tórtolas en época de celo.
-ha sido una cuestión de mala suerte… me tocaba tirar después de mi cuñado…y pasa lo que pasa…a los cuñados ni de lejos…que siempre vienen cuando menos los necesitas…(Continuará)
* * *
Ninguno, que no fuera de fuera, podía imaginar que la taberna de la Candida sería la válvula de expansión en toda la comarca. Cándida, a pesar de peinar muchas primaveras, que, con innato coqueteo de una mujer joven solía ocultar con un toque sabio de tintura de color, aunque ya viuda, no disimulaba su intencionado objetivo de conquistar las voluntades de clientes de conocida solvencia económica o la admiración por jóvenes estudiantes de Universidad que, como era mi caso, blasonaba de méritos reconocidos entre los moradores de nuestro pueblo…





