
Añoranza de aquellos lejanos tiempos…(Continuación II)
Los cazadores acordaron organizar, para celebrar la feria del pueblo, una competición de Tiro al Plato en la Cerca de la Carrera, a la que no faltaron los escopeteros del pueblo -Juan Ortiz, que a pesar de los años, aún daba en el blanco, no sin cierta dificultad; Juan de la Paca que practicaba la cinegética en el Quinto la Casa; Antonio Cabanillas, que, con eso de codearse con los relevantes vecinos, participaba por primera vez en la competición; Plácido Alejandre, cariñosamente apodado Bigote en el pueblo, debido al poblado y llamativo supra labial vello; Cipriano, que trabajaba de Secretario en el Ayuntamiento, tras la jubilación de su suegro, don Vito; Moisés, que ya se distinguía por el manejo del órgano en la iglesia; no iba a faltar un cura, Emilio, al que le gustaba ser tratado como don Emilio; Quico, el barbero e hijo de Chala, al que no se le conocía la afición a cazar; Isco, muy popular por ser yerno del Pollo, y actual edil, y ser hijo de Tere y el Patatero, que fuera de los pioneros en recalar en la capital y vivir en la Calle Mayor, frente al Mercado de San Miguel, que, por convicción de ideología.,,,,, comunista, amparaba en su casa a cualquier paparuco, fuera fascista o socialista; un cuñado de Comino, y hermano de Filomena, que sólo posaba; Celestino, hijo de Santiago, apodado el Tremendo, muy amigo de José del Pintao y del Capitán, Juanito, como cariñosamente le llamaban sus veceras, a las que trataba siempre con modesta deferencia y gracia, no exenta de imprudente familiaridad…
Una vez entregado el trofeo en la terraza del Consistorio, y actuando de notario local el propio edil, se acordó celebrarlo en casa La Cándida, de hospitalario reconocimiento:
-“¿ donemilio va a venir a casa la Cándida a celebrar la victoria de Plácido en el Tiro?”-puntualizó, Juan Ortiz, algo temeroso de ser fisgado por un cura en tan entrañable compañía.
-“los curas hoy no se meten en nada¡”- observó Plácido, a modo de garantía y seguro que observaría la confidencialidad de los temas que se trataran; además de un reconocimiento especial, y así premiarle de algún modo su iniciativa por la organización del campeonato.
-! Qué razón tiene Plácido -los de ahora no son como los de antes, son hombres también ! -puntualizó Cándida, la mesonera.
– Ni que lo digas; aquí vino un cliente, a cuya novia la encerró en la sacristía, y, aunque ella le dio un rodillazo donde más duele, pudo zafarse de él, que lo dejó arrodillado y gimiendo, y salir por los pies de la sacristía, de la Iglesia -abundaba la Cándida, la mesonera, que, bien dicho sea, las mujeres con maridos o la envidiaba por su belleza y solidez en el trato con los clientes, además de su morena complexión de mujer bella, a pesar de su entrada en años.
-“ el único problema será que no tiene cuartos para una ronda!”- apostilló Antonio Cabanillas mostrando la insolvencia del prelado, y la buena disposición de los reunidos a invitarle desinteresadamente… y correr con el gasto…





