
Cuando la pandemia parecía desaparecer (VII)
* Las recomendaciones del padre Linde se solapaban con las benevolentes recomendaciones de mi amigo, que con un sesgo en sus palabras de verse no acompañado a recorrer el camino de ida y vuelta a Zalamea con la finalidad de alimentar con escarceos amorosos aquellos encuentros cada día màs desilusionantes, toda vez que, a pesar de la inusitada presencia de Marquitos, el “fraile”, como así le apodamos, había decido cambiar de provincia y encontrar acogida en Pamplona, al amparo de un familiar que ya había fijado su residencia en aquella ciudad, y sus infructuosas búsquedas de una pareja estable dieran a su fin, después de su inestimable conquista de Kati, una maestra agraciada intelectual y físicamente de un pueblo cercano, se frustrara.
-“Si quieres te presto mis calzoncillos”- con abierta sorna le clavaste una pulla a Juanito, por el despecho -supongo- que la nueva pareja de tu novia de adolescente, hubiera supuesto un levantamiento de bienes para ti.
– No, fue sin malicia. Juanito no se lo merecía…





