
…de la ciudad de la luz a la gris ciudad de la sabiduría (Continuación VI)
Sobretodo, se comentaba siempre del clima; del agua, que, desde la feria de Zalamea, no había dejado de llover, y la uva se iba a podrir en las cepas, lo cual retenía a los compradores de uva para vino de Campanario -Gallardo; y la Compañía de Frutos Selectos de Guareña no acaban de montar los telones para la recogida de la vendimia.
Además, de los gastos en la fragua, que suponía poner a punto los cachiperres, escoplos azadones y rejas, para empezar la coyuntura de otoño, y la sementera, que se alejaba del calendario y metía a los labradores en diciembre, cuyas labores las juntaba con la poda de los chupones y la temporada del zacheo de los sembrados.
De la época de la pariera del rebaño, que, en muchas ocasiones coincidía con el parto de alguna mujer, a la que la Luisa de Chala asistía, siempre que D. Hermógenes no estuviera demás, y no hubiera montado en su burra, camino de Los Toriles por agua fresca…
En la fragua se señalaba en el calendario el día de la boda de la Jacintilla o de la Ramonilla o la Marieta o la de la Espabilá o de cualquier otra novia de merecer, para contar si la fecha daba nueve o había ido preñada a la boda; que, don José, el párroco, bien guardaba en secreto, por ser precepto de confesión de los mandamientos de la Iglesia. Si bien, Fernando de Villalpando, un zagal, hijo de la barragana se iba de la lengua, y la noticia corría como la pólvora de esquina en esquina para regocijo de las viejas plañideras, que lo succionaban gozosas, como si de un caramelo de la Mecha se tratara, al que no descuidaban ni un momento del día de la semana o de los meses hasta que el alumbramiento tuviera lugar. Eso sí, , nunca se solía dudar de la paternidad del novio.
“ He oído que el novio se la trajinaba todas las noches detrás de la puerta; y los padres eran consentidores”- reiteraba insistentemente en la verificación de los hechos el hijo de la barragana. ( Continuará)





