
” La Virgen se está lavando, y tendiendo en el romero, los pajaritos cantaban y el romero floreciendo…”
By: juanrico
Tags: Niño Jesús
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Aperture: | f/4 |
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Focal Length: | 10mm |
ISO: | 100 |
Shutter: | 1/0 sec |
Camera: | Canon EOS 400D DIGITAL |
Sus palabras, aquellas notas de música, rebosantes de significación supieron abrir mi tierno corazón de niña a la sinceras cuitas que solían perturbar las noches de invierno el reposo tranquilo de ella: una mujer, que igual que yo, un día fue adolescente, de cuyo momento nunca quiso ni nunca pudo orillar su felicidad, su inmemorable recuerdo. Su sonrisa, que delataba complicidad conmigo, mientras que me probaba aquel abrigo rosa de suave tacto de algodón, acariciaba mi cuerpo con ambas manos, como si quisiera encontrarse a ella misma dentro, al tiempo que musitaba muy bajito sobre la perfección del diseño y la bondad de aquel modelo que tan bien se ajustaba a mis caprichos, que eran sus anhelos. Por momentos creía que me reprocharía aquella atrevida apertura entre los dos botones de mi inmaculada camisa blanca y la piel rosada y tierna, que como una primaveral amapola asomaba por el borde superior de mi brasier blanco, tan ajustados a mis pechos que bien se pudiera decir, sin temor a equivocarse, que eran dos centinelas de mi prístina adolescencia. Sin embargo sus labios ajados por el transcurso de los años habían trazado una cálida sonrisa de complicidad, que se cruzó con nuestras miradas. … Era costumbre en aquellos días de mi pubertad primera que confesáramos nuestras faltas al cura del pueblo, que la madre Pureza, madre espiritual del internado, nos recomendaba tener en consideración cada año por Navidad, como el mejor presente que pudiéramos ofrecer al Niño Jesús. Y en tal encomienda nunca faltaron las recomendaciones suyas que se repetían una y otra vez cada veinticuatro de diciembre por las mañanas, siempre obedientes al repiqueteo de las campanas que anunciaban la hora de la confesión.
-“Padre, me da vergüenza confesar mis faltas, de las que no me arrepiento…” Y, por momentos el padre Aristophanus permaneció en silencio, aunque yo percibía los latidos de su lacerado corazón tras el enrejado del confesionario…