
La jungla urbana: Madrid
Regresar a la gran ciudad conduciendo te proporciona sensaciones enfrentadas que, como el péndulo de Foucault oscila casi imperceptiblemente entre la esperanza de recuperar la silueta del tiempo, casi como una brumosa melodía de un lienzo sepia que se esfuerza en recuperar la tonalidad de ayer sobre un lienzo de Antonio López de un presente rampante, y la zozobra que conlleva sortear el avatar de verte arrastrado por la marea de vehículos abigarrados de colores fríos y metálicos que se disputan un lugar preferente a tus costados a una velocidad diabólica por las corrientes del asfalto negro, que se despliega ante tus ojos como ríos de olas secas, sobre cuyas aguas revueltas se bambolea como un corcho multicolor una oleada de coches enloquecida por alcanzar una meta sin destino cierto al final de un recorrido indeterminado…mientras en tu autorradio acompasan a tu inquietud los acordes de una melancólica composición de Paco de Lucía, cuya resonancia se reproducirá en tu memoria insistentemente a lo largo de la noche, como la obstinada presencia del esbozo de una modelo en el taller del artista.