
Prosopopeya de un pueblo: héroes sin historia. De Dublín a Guareña (VIII,Cont.)
Me había advertido Juanfra que Victor gozaba de una gracia natural y singular…
– Es un “cachondo”- y con ánimos de provocarlo -añadió- fue monaguillo del cura Merico de Cristina, y ¡ “anda que no se llevó hostias !
– Sí, sí…pero él y el Raca, anda que no se iban de”furraqueo”!
-¿ Así se dice en Guareña ? – le pregunté con afán de memorizar el registro.
-¡Y de otras muchas ! – intervino uno de los habituales que se encontraban en aquel momento en la churrería de Juanfra.
A Victor le fascinaba hablar de mujeres, y mucho más desde que enviudó, de tal suerte que, al marcharme le saludé con un leve palmeo en su espalda, por lo que deduje que deseaba congraciarse conmigo, al demostrarle tal deferencia, y me confesó al oído como si de un secreto se tratara:
– A las mujeres les pasa como a las macetas: que de no estar enfermas, por la calle se les nota alegres, si se las riega.